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domingo, 2 de enero de 2011

Síndrome de Peter Pan.


Suena tan fácil echar la vista atrás. Y divertido. Me encanta ver fotos antiguas de los álbumes del salón. Recordar con anhelo esa vieja camiseta y el ir siempre despeinada. Cualquier momento era bueno para jugar; ¡desenfunda, vaquero! mientras me miraban Mamá y Papá por hablar sola... Eran tiempos de levantarme pronto y ponerme los dibujos animados, sin olvidarse de un Cola Cao (¡el mismo que previamente había hecho con la BatiCao!). Mi madre siempre me elegía la ropa, pero los vestiditos no podían conmigo, ya era muy independiente por aquél entonces... (independiente por decirlo de alguna forma, pero todos sabemos que la mejor expresión sería "que me salía con la mía", pero ¿qué más da?). Era época de empezar a leer (en este sentido las cosas no han cambiado mucho; vivía abrazada a las letras...). Siempre andaba metida entre colores y juguetes. Recuerdo cómo me enfadaba cada vez que se me manchaba la mano y el papel por escribir con la mano izquierda, ¡qué rabia me daba! Parece que cuando decimos aquello de "cómo han cambiado las cosas", lo primero en lo que pensamos es aquello de "míranos, que no teníamos preocupación alguna...". Las cosas no han cambiado tanto; aún me sigo manchando la cara al tomar un helado de chocolate, ¡me encantan los dibujos animados! y la leche con miel cuando mi garganta me lo pide. Aún pequeña, tenía mis pequeñas preocupaciones; me angustiaban las matemáticas, el enfadarme con las amigas o portarme mal. Han pasado muchos años y todavía me preocupan esas cosas. En el fondo, sigo llevando a esa mini-yo a todas partes. Creo que voy a tomarme un vaso de leche con Cola Cao, paso del café.

1 comentario:

  1. Vivimos el presente como si fuera el clavo ardiendo al que aferrarnos y el futuro nos azora, cuando ni siquiera sabemos qué fortuna o adversidad nos deparará. Me pregunto por qué la gente ignora u olvida su pasado.
    Es curioso, María, pero últimamente también vuelvo la vista atrás y siento una nostalgia sobrecogedora. Me gustan esos ejercicios de melancolía, de repaso existencial. Recuerda que nuestra infancia determinó, en parte, lo que somos hoy, de la misma manera que lo que hoy somos se deriva de aquella época. No hay que olvidar las raíces. Bonito texto una vez más. Y la foto, bueno, la de veces que te comerían a besos entonces.
    Y ya que hablamos de la niñez, ¿jugamos un partido a las chapas?
    Un beso.

    El chico que madruga los domingos

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