Seguidores

sábado, 26 de mayo de 2012

Se llamaba Madrid.

Movimiento en las calles, prisas en las aceras de personas como las burbujas en una copa de champagne.
Metros que vienen y que van, de esos que no llevan a ninguna parte; de los que te llevan a cualquier sitio.

Es perderse entre bares, abrir heridas y curarlas un sábado noche con alcohol.
Es encontrarse entre cuatro paredes, en un edificio pero con miles de significados para ti.
Dar esquinazo al aburrimiento y a la rutina; entregarte por completo a las oportunidades.

Es bonita. Es grande. Quizás inmensa.

Inmensas las ganas que tenía de venir aquí. Grandes mis ilusiones, mis nervios. Bonitos los ocho meses que llevo aquí y allá, reclusa de trenes y maletas, pero siempre de ella, de Madrid.
Soñar con el destello de luz que dejan los coches por la noche. Con el ajetreo de sus gentes a las ocho de la mañana.

Es cultura, es historia. Centro del huracán.

Son gotas de nostalgia y melancolía, pero vasos de ilusión, ganas y alegría.
Son horas tiradas en bancos al sol.

Es ser víctima de un robo, de una multa mal puesta, de idas y venidas a la estación de tren.
Te recibe con los brazos abiertos y te deja con los bolsillos vacíos.
Es tener tu casa en un lugar de cuatrocientas personas.

Tener todo, y a veces nada.

Encontrar tu sitio, sentir que encajas, encontrar tu hueco en este puzzle de callejuelas, atascos, prisas y gente.
Ocho meses. Una vida entera.





1 comentario:

  1. Me ha conmovido el modo descriptivo que has empleado. No pierdas de vista este blog, merece más la pena que la gente que pueda leerlo. Un beso.

    ResponderEliminar