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martes, 29 de mayo de 2012

Noches de alcohol. De ahora o nunca.

Las cartas estaban sobre la mesa. El alcohol jugó por mí. Entre tonos ebrios alguien descolgó el teléfono al otro lado. Mierda. - pensé - ya la he vuelto a joder. Colgué al instante.
Hablé con él. Tiene gracia, pero hoy, estaba distinto. Quizás mis ojos lo veían ahora de otro color, o eran los tequilas queriéndome hacer una mala jugada. La cabeza me daba vueltas y yo sentía que me iba con cada uno de esos giros.

(...)

Me invitó a la primera de tantas copas. Hablamos de cosas que recuerdo vagamente. Quizás fueran importantes.

- ¿Sabes qué? Estás enormemente graciosa así.

- ¿Sabes qué? Tú estás enormemente gracioso así; y siempre. Lo eres. Y me gusta. Adoro que me hagas reír, que me cuentes tus problemas y descubrir tus manías porque, no sé si lo sabes pero... ¡A manías no hay quién te gane! Y me gusta. Puede que haya bebido, pero sé que me muero por darte un beso ahora mismo. ¡Vamos, dámelo! ¿Qué más quieres que haga, que te diga que quiero pasar la noche contigo y acabar comiéndote de desayuno? Sentiría que me iría con cada una de esas palabras a un laberinto del que no encontraría la salida... - volví a pensar -. A esta copa invito yo.

Mi cabeza se iba, pero mi mirada volvía en sí; en él. Es ahora o nunca...

domingo, 27 de mayo de 2012

sábado, 26 de mayo de 2012

Se llamaba Madrid.

Movimiento en las calles, prisas en las aceras de personas como las burbujas en una copa de champagne.
Metros que vienen y que van, de esos que no llevan a ninguna parte; de los que te llevan a cualquier sitio.

Es perderse entre bares, abrir heridas y curarlas un sábado noche con alcohol.
Es encontrarse entre cuatro paredes, en un edificio pero con miles de significados para ti.
Dar esquinazo al aburrimiento y a la rutina; entregarte por completo a las oportunidades.

Es bonita. Es grande. Quizás inmensa.

Inmensas las ganas que tenía de venir aquí. Grandes mis ilusiones, mis nervios. Bonitos los ocho meses que llevo aquí y allá, reclusa de trenes y maletas, pero siempre de ella, de Madrid.
Soñar con el destello de luz que dejan los coches por la noche. Con el ajetreo de sus gentes a las ocho de la mañana.

Es cultura, es historia. Centro del huracán.

Son gotas de nostalgia y melancolía, pero vasos de ilusión, ganas y alegría.
Son horas tiradas en bancos al sol.

Es ser víctima de un robo, de una multa mal puesta, de idas y venidas a la estación de tren.
Te recibe con los brazos abiertos y te deja con los bolsillos vacíos.
Es tener tu casa en un lugar de cuatrocientas personas.

Tener todo, y a veces nada.

Encontrar tu sitio, sentir que encajas, encontrar tu hueco en este puzzle de callejuelas, atascos, prisas y gente.
Ocho meses. Una vida entera.





Estúpida.




Y sí, así soy yo: irremediablemente estúpida.

Por siempre estropearlo todo. Por no ser siempre atenta de más. Por equivocarme.

viernes, 25 de mayo de 2012

"

Enamorarse no tiene
mayor mérito.
Lo realmente difícil
- no conozco
ningún caso -,
es salir entero
de una historia de amor.

Karmelo C. Iribarren.

Palabras y más palabras...

Ser letras llevadas por el viento a ese lugar que solo tu pelo revuelto, las lágrimas por aquellos besos robados y yo, conocemos. Escribir cientos de versos sobre la cremallera de tu sonrisa, esa que abro y cierro cuando quiero.

Ser letras acaecidas a un amor de verano; ese que parece que se para el tiempo y no hay otra estación más en el año que la del tren para decir adiós a esas vacaciones.

Ser letras es ayudar a gritar con palabras lo que el corazón lleva guardado en el bolsillo. Describir cada onomatopeya de dolor como si no hubiese vida detrás.

Ser letras robadas de tus labios; del susurro incesante que se esconde entre tus manos y mis caricias.

Ser letras por el simple hecho de querer quererte de forma distinta, de describir la palabra "beso" a escondidas, pues es la única forma que tengo de tener tus labios presos.

Ser letras de aquellas tantas quejas e injusticias que van a ninguna parte, escritas por un don nadie y que quizá, y solo quizá, alguien lea. A nadie le gusta leer quejas, injusticias, verdades o realidades si no conciernen a uno mismo.

Ser letras dobladas en una servilleta de cafetería. Palabras que hablan de ti y de mí. Y ahí se quedan; en la nada.

Ser letras y sentir la tinta fluir cuando mis manos rozan tu espalda.

Ser letras olvidadas, desinteresadas, muertas.

Ser letras vivas, apasionadas y quizás recordadas. Letras que se releen; palabras que no se olvidan.

Ser las letras que te llevan a la nostalgia de aquél recuerdo grabado a fuego en la piel; a tinta en el papel. Llorar y emborronar lo escrito. Sufrir por el pasado; reescribir un futuro.

Ser las letras de esta pobre carta que nunca verá la luz del sol; rayos de luz que se escapan entre las grietas de este desolado corazón.