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martes, 21 de diciembre de 2010



Tick-Tack, tick-tack, tick-tack... Los segundos vuelan, los minutos corren. La hora ha llegado. La saliva está rasgando tu garganta, impidiéndote respirar el dolor que siente tu pecho. En vano lleno mis pulmones de aire, pero sólo expiro sufrimiento. Cierras los ojos, intentando contener en un suspiro la rabia de mucho tiempo atrás. Esfuerzo en vano, pues de ellos desborda una oleada de lágrimas que recubre esas mejillas sonrosadas. Los ojos secos, la garganta desgastada, la cabeza debajo de las rodillas, el corazón en un puño... ¡Qué locura! Pero yo ya no estoy cuerdo. Tick-tack, tick-tack. Resuena en mi cabeza el mismo pensamiento. Tal era la impotencia que se adueñó de mí, de ti, de nosotros y de la causa de que esté ebria de rabia y locura. Actuarán mis emociones y callarán mis palabras. Morir de amor no es tan dulce como parece...






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