Desperté al fin. Me sentía un peso muerto, como si llevase dormida días. Alcancé el despertador: las doce menos cuarto; hora de levantarse de la cama. Pasé a la cocina aún con los ojos cerrados y puse la cafetera. En ese mismo momento, sucedió algo inexplicable, algo que cambiaría mi día de hoy: una chica desangrada, con una botella de alcohol en mano, con la espalda apoyada en la nevera. Tiré la taza que llevaba en mi mano al suelo y grité. ¿Qué demonios había pasado? Debía de tratarse de una broma, sí, seguro que mi hermano Esteban lo estaba grabando todo…
Fui hacia ella y confirmé que ya no tenía pulso. Era extraño pero, sentía que la conocía de antes. Sus ojos miraban a la nada y el pánico se adueñó de mí.
Salí corriendo de casa y no miré atrás. Me encontraba en el bar de la esquina. Pasé en busca de respuestas, quizás alguien había oído o visto algo, quién sabe…
Me senté en un taburete e intenté pedir un vaso de agua para acabar con el nudo que tenía en mi garganta. El camarero pareció no escucharme. Cogí el periódico más cercano y pasé varias páginas hasta encontrar una que llamó mi atención: “Muere una joven en extrañas circunstancias”, se podía leer. Pero, lo que de verdad me impactó fue la imagen. Había muerto la chica que estaba en mi cocina. Las siguientes palabras que oí fueron por parte de la radio: “la chica, de unos veinte años, murió anoche a manos de su novio…”. Pude reconocer al chico y me era más que familiar…
Fue en ese momento cuando recordé que hace unos días había quedado por la noche con mi pareja, pero no logro recordar a dónde fuimos. Supongo que a cenar, al cine o a alguna discoteca; era nuestra rutina de cada fin de semana.
Me invadió un dolor punzante en el pecho y noté que me costaba respirar. Pedí auxilio, pero me sentía invisible ante tanta gente. Estaba mareada, no hacía más que ver sangre a cada paso que daba… ¡Estaba reviviendo mi propia muerte!
Desperté al fin. He vuelto a ser presa fácil ante las garras de Morfeo…
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