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viernes, 4 de marzo de 2011

La muerte al acecho.

A veces lo imposible, es posible. Lo inverosímil es verosímil. Lo improbable es probable. Lo que no esperas, sucede.
Así, por sorpresa; de golpe.
Hacía ya un par de semanas que el mundo se tambaleaba como si fuese un flan. Diría que se trataba de un secreto a voces. La mentira estaba a la orden del día. Como el miedo, el hambre, la incertidumbre, la muerte al acecho. Muchos hacían oídos sordos y se mostraban ciegos ante la realidad. Otros, en un intento suicida de hacerse los valientes, perecían. Aún no sé bien a qué grupo quería pertenecer.
Calles desiertas, farolas vacías, como la gente; sin luz, sin vida. Creíamos que se trataba de algo pasajero, tonterías del Gobierno, por llamarlo de algún modo. Erramos.
Estábamos ante la nada, todo perdido. Todos nos preguntábamos cuándo pararía, pero nos equivocamos otra vez: debíamos preguntarnos cuándo empezaría.
Hasta entonces, debemos prepararnos para la batalla. Sólo somos unos cuantos adolescentes, ante las adversidades de un mundo tan grande. ¿Cómo? Eso quisiera saber...

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