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viernes, 8 de abril de 2011

Es bitácora.

Soy realmente contradictoria. El otro día, debatía para mí misma qué debía hacer con mis redes sociales, si destruirlas o dejarlas crecer. O ahora mismo, que escribo para mis adentros. Empecé en el mundillo de escribir hace muchos años, pero nunca me lo he tomado en serio. Comencé a pasos cortos, apenas balbuceaba por estos mundos, y mucho menos diré que la gente me leía (por suerte, como ahora). Lo hacía a escondidas, como con vergüenza, con timidez, entre secretos, a susurros. Me encantaría decir que éso ha cambiado, que he madurado en ese sentido, pero mentiría. Escribía y borraba, editaba, escribía algo distinto y lo eliminaba, crecía, me desahogaba, olvidaba.
Siempre me lo he tomado como un desahogo, un cuaderno de esos de bitácora que tanto se llevan ahora. Con la única diferencia que éstos, no tienen candado. Durante tanto tiempo, he dejado mis pensamientos al aire, mis sentimientos al público, mis miedos y temores gritados por ahí, mis alegrías y desilusiones escritas con luces de neón para quien sea, para tal vez nadie, o para cualquiera, ¡quién sabe!



Querido diario:
Hoy es un viernes soleado, quizá el más soleado de la semana. Aquí estoy, desaprovechando rayitos de sol a medida que tecleo en el ordenador y me esfumo entre mis pensamientos. Saca las gafas de sol, seguiré pensando fuera. Total, para ti, para mí, para nadie, puede esperar, el sol, no.

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