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martes, 29 de mayo de 2012

Noches de alcohol. De ahora o nunca.

Las cartas estaban sobre la mesa. El alcohol jugó por mí. Entre tonos ebrios alguien descolgó el teléfono al otro lado. Mierda. - pensé - ya la he vuelto a joder. Colgué al instante.
Hablé con él. Tiene gracia, pero hoy, estaba distinto. Quizás mis ojos lo veían ahora de otro color, o eran los tequilas queriéndome hacer una mala jugada. La cabeza me daba vueltas y yo sentía que me iba con cada uno de esos giros.

(...)

Me invitó a la primera de tantas copas. Hablamos de cosas que recuerdo vagamente. Quizás fueran importantes.

- ¿Sabes qué? Estás enormemente graciosa así.

- ¿Sabes qué? Tú estás enormemente gracioso así; y siempre. Lo eres. Y me gusta. Adoro que me hagas reír, que me cuentes tus problemas y descubrir tus manías porque, no sé si lo sabes pero... ¡A manías no hay quién te gane! Y me gusta. Puede que haya bebido, pero sé que me muero por darte un beso ahora mismo. ¡Vamos, dámelo! ¿Qué más quieres que haga, que te diga que quiero pasar la noche contigo y acabar comiéndote de desayuno? Sentiría que me iría con cada una de esas palabras a un laberinto del que no encontraría la salida... - volví a pensar -. A esta copa invito yo.

Mi cabeza se iba, pero mi mirada volvía en sí; en él. Es ahora o nunca...

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