Despiertan mis sentidos ante una niebla espesa que vaga a la deriva por la habitación. Quizás no sea niebla y sea humo. Se deslizan mis manos por el suave tacto de la cama. Se sonrojan mis mejillas. Siento calor en mí. Ardo. Un fuego atraviesa mi esófago y mi garganta, expulso un grito ahogado que se desvanece entre la neblina gris.
Es rabia contenida.
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