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lunes, 28 de noviembre de 2011

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Dedicaría mi vida entera al arte y aún me faltarían días. Me empaparía de pinturas, de gamas cromáticas y pinceles. De lienzos y cuadros. Estatuas y barro. Solo comería bocadillos de cómics y devoraría libros bajo las sábanas. Pintaría mil estados de ánimo y me describiría en mil palabras suaves, bonitas, brutas o delicadas, pero jamás dejaría de vivir encadenada a las palabras. Fotografiaría cada instante y dejaría mi vida al libre albedrío; a la propia imaginación... Soñaría a ras del cielo e inventaría diez formas nuevas de ser yo, sin serlo; interpretando. Daría mi vida entera a la danza -si supiera bailar- y al canto -si supiera, al menos, entonar-.

¿Pero qué..? ¡Me pondré a ello! ¡Mi vida estará plasmada en las paredes, en la televisión, en la radio, en un lienzo mal pintado o en un marco guardado en una estantería del rincón! Puede incluso que jamás sea conocida en todo el mundo, pero mi vida está pensada para enseñarla; para transmitirla.


¿A qué espero?

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